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miércoles, 31 de diciembre de 2008

Algunas porciones de Volver a casa, de Alejandro Aura

1

Un día
abandonaremos
la ciudad de México;
la dejaremos en pie y desierta
para que
las conjeturas
crezcan,
y nos iremos a fundar
en otra parte
nuestras maravillas.

2

El jueves en la mañana
despertaremos alegres,
llenos de sueños.
Desayunaremos dorados panes
y jugos de frutas;
bañamos en agua tibia
nuestros cuerpos sencillos
y salimos a mirar el sol.
Redonda y fina en calidad
fue la voz grande
de los demás.
-Vámonos,
ya vámonos,
se oía cantar.

3

Los bienes de la ciudad
fueron hechos
por los que estuvieron antes
y por nosotros.
Como flores
nos salieron de las manos
todas estas casas
y estas calles
y estos líricos hilos de la luz.
Y este humo espeso
que nos volvió ciudad de llanto.

4

Fuimos hechos con líquenes
y con palabras divinas;
amasaron
con jugos de flores
nuestra sustancia;
allá hicieron sacrificios,
en donde el tiempo pasa.

Está escrito:
cierta forma de
bocas
que abiertas
hasta la obscenidad
miran al cielo.

Merecimos la sangre,
fuimos dotados
con el soplo de la conciencia
atribulada.
Fuimos hechos.

5

Se nos salieron las lágrimas
cuando vimos sucio
lo blanco de nuestros ojos.

¿Qué transparencia queda ahora
para mirar el amor?

¿Cómo he de llegar
llorando mugre
a las sábanas blancas
de mi amada?

6

Nos convidábamos agua
unos a otros;
el que tenía sed
abría el grifo
por donde la buena voluntad
de los demás
salía;
luego le agregábamos azúcar
y zumo de limón
y nos bebíamos la frescura
de nuestras comuniones.
Así éramos,
no os quepa duda.

7

Nuestra crueldad
no tenía límites;
sacrificábamos
a la doncella
y al mancebo
para que con su natural inquieto
no removieran
nuestras viejas armonías.
Quizá fue en eso
en lo único
en que encontramos
escueta y redonda
la verdad.

8

En el puño
tengo el mal,
pero ya lo conozco,
más de una vez
he perdido
la memoria.
En el puño lo tengo
y lo dejo volar.

9

He sido destrozado
por la pasión;
incendiado hasta el hueso
quemé mi casa
varias veces;
ni cenizas quedaron
ni piedra sobre piedra;
sólo un dejo de olor;
nardos y almizcle.

12

Cuando regrese
pondré una miscelánea
en el zaguán;
en ella expenderé
redomas y sentimientos,
tallos de flor,
perfumes de cabellos
y pedazos de lumbre
que me queden.

martes, 30 de diciembre de 2008

Nueve rubayat atribuidos a Abusaíd Abuljair

Es difícil saber si estos rubayat realmente pertenecen a Abusaíd Abuljair, pero de una u otra manera le han sido atribuidos. La siguiente es una muestra tomada de Rubayat de Abusaíd Abuljair, selección de Mohsén Emadí y traducción de Clara Janés y Ahmad Taherí, Trotta 2003. Los números que aparecen junto a los rubayat son los mismos que se utilizaron para designarlos en dicha edición.

8

Te informaré de un suceso
que en dos palabras resumiré:
por tu amor me entraré en la tierra
y de la tierra por tu amor me partiré.

14

Si el corazón la vía del amor no sigue, ¿qué hará?
Si el alma no busca el reino del encuentro, ¿qué hará?
Y en el momento en que el sol llegue al espejo,
si el espejo no dice «soy el sol,» ¿qué hará?

24

¿Sabes lo que quiero, quiero, quiero?
Pobre y vagabundo, encontrarte quiero.
¿Sabes por qué grito y lanzo alaridos?
Dicen que es a ti, que es a ti a quien quiero.

26

Tantas veces he roto y he sellado la enmienda,
que la enmienda contra mí protesta.
Ayer por una enmienda rompí una copa
y hoy por una copa rompo una enmienda.

27

Un corazón ansioso y las penas girando, girando.
El río de lágrimas de los ojos en llanto, en llanto.
Un cuerpo de pajas y llamas sin fin.
Cada llama del monte de Kaf subiendo más alto, más alto.

33

¡En pie!, que hablan del secreto los enamorados la noche entera.
Y en torno a la puerta y al tejado del amigo vuelan.
Donde haya una puerta, la cierran de noche,
Menos los que aman, que, de noche, abren la puerta.

34

Mi amigo sin tregua me pica y me vuelve a picar.
Deja de picarme, le digo, y, cruel, aún me pica más.
Como día y noche en mi corazón tiene su morada.
Temo que a sí mismo se llegue a picar.

36

Tu camino, comoquiera que se siga, es alegría.
Encontrarte, dondequiera que se alcance, es alegría.
Cualquier ojo que tu rostro vea se enamora.
Y tu nombre, por quienquiera se pronuncie, es alegría.

49

Mi cuerpo se tornó lágrima y el ojo lloró.
Sin cuerpo hay que vivir en tu amor.
Ni huella quedó de mí, ¿a qué se debe este amor?
Me convertí en el amado. ¿Quién es él, quién soy yo?

Don Juan derrotado; Julián Herbert


Todas mis mujeres quieren estar con otro.
Me abandonan por un adolescente,
alaban a su esposo mientras yo las estrecho,
se van con periodistas,
con autistas,
con rubios bien dotados,
con guerreros
y cantantes venidos de ultramar.
Todas son bárbaras, histéricas,
infieles: me acarician
con el filo azorado de un puñal de lencería
y se lanzan a bailar en la inmunda taberna
montadas en los ácidos corceles del calor.

(Siempre bailan con otro:
mi vida es un gazapo entre las pausas de la orquesta.)

Yo las deseo entrecortadamente,
como un caimán imbécil y violento
que gusta de la presa aderezada con veneno.
Yo las deseo en las cornisas más esbeltas del amor.

Abismos sucesivos y dádivas perpetuas,
sus cuerpos se prolongan en mí hasta confundirse:
una compra cortinas,
ésta me pide que por favor la abofetee,
aquélla está sentada en un parque vacío,
la mirada perdida, comiéndose un helado.
Yo les muerdo los cuellos,
les palpo cada legua de la piel,
les hablo con la piedad de un epiléptico
que habla a sus pesadillas.
Ellas no duermen nunca: su único empeño
es la traición.

Celosas. Inconstantes.
Me arrojan de sus vidas como a un príncipe azul
que es echado de la fiesta de disfraces
con nada más que un vaso desechable en la mano.

Todas me engañan. Todas.

En sus brazos,
yendo de unos a otros brazos,
me siento como César, que miraba
–mientras ardían en su pecho los cuchillos–
algunos de los rostros que más amó.

lunes, 29 de diciembre de 2008

El asno de oro; Lucio Apuleyo

El Asinus aureus es un clásico, la única novela latina que nos ha llegado completa.

Lucio Apuleyo narra la historia de Lucio, un joven rico de Corinto que debido a su curiosidad llega a verse transformado en un asno y vive (o a veces simplemente escucha) diversas aventuras al intentar recobrar su forma humana.

La vida para una bestia no parece ser sencilla, menos para alguien que antes vivía acomodadamente. Lucio pasa por varios amos que no siempre son amables con sus animales pero también se topa con gente que le da buen trato. En su desgracia convive con personas muy distintas: bandoleros, farsantes, malhechores, personas que huyen de ellos, personas que luchan contra ellos, simples granjeros, sirvientes, etc.

La novela tiende hacia lo picaresco, pues en la mayoría de las situaciones que Lucio enfrenta tiene que recurrir a su ingenio para salir al paso, y si no es él el pícaro lo son sus amos o las personas que conoce. En este aspecto, la obra está llena de situaciones llenas de humor, engaños y de referencias sexuales explícitas, pero también es cierto que en El asno de oro es posible observar los contrastes que existían entre los integrantes de las distintas clases sociales en tiempos de la antigua Roma.

La historia del protagonista no es la única que se cuenta, pues a menudo se presenta lo que otros personajes de la obra relatan. El mejor ejemplo de esto es el mito de Eros y Psique, inserto a mitad de la trama, pero que por su belleza y extensión merece tener su lugar aparte del resto de la historia. El mito brilla por sí mismo. C. S. Lewis se basó en gran medida en la versión que aparece en El asno de oro para escribir Till We Have Faces, novela considerada por algunos como la mejor de Lewis, y afirma que la versión de Apuleyo (pues no es el único que ha narrado el mito, aunque sí el primero del que se tiene registro que lo ha hecho) destaca entre las demás.

Algo que sí llama la atención es el final de la obra, pues no es habitual que una novela picaresca termine del modo en que esta lo hace. Tan es así que no se sabe lo que el autor pretendía al conccuir la obra de esa manera. Se manejan posturas que van desde quienes afirman que el fin de la novela es la típica enseñanza moralizante hasta los que sostienen que su cometido es precisamente una burla y parodia de algunas de las creencias religiosas de su tiempo.

Finalmente, cabe decir que otros consideran que El asno de oro es un libro elaborado con profundas referencias autobiográficas al coincidir el nombre del protagonista con el del autor, aunque, dicho sea de paso, muy poco es lo que conocemos de la vida de Apuleyo. Era amante de la magia pero parece improbable que alguna vez se haya convertido en asno.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Leer y releer, Postergaciones, Las buenas maneras; Augusto Monterroso

1984

Leer y releer

En sus artículos, en sus cartas, en sus diarios, los escritores franceses dicen siempre que releen, nunca leen por primera vez a un clásico, como si en el liceo hubieran debido leerlo todo y un autor importante no leído fuera un total deshonor: “Releyendo a Pascal…”, “Releyendo a Racine…” No siempre hay que creerles. Pero con esto hay que tener cuidado. Cuando en mi adolescencia leí un artículo de un famoso escritor guatemalteco que comenzaba confesando no haber leído nunca a Montaigne, le perdí todo respeto y escribí y publiqué una adolescente diatriba contra su ignorancia. Así que más vale: “Releyendo el otro día a Cervantes….”

[14 de enero]

Postergaciones

El verdadero escritor no deja nunca de escribir; cuando deja de hacerlo dice que lo pospone. En estas posposiciones puede pasársele la vida.

Las buenas maneras

Un libro es una conversación. La conversación es un arte, un arte educado. Las conversaciones bien educadas evitan los monólogos muy largos, y por eso las novelas vienen a ser un abuso del trato con los demás. El novelista es así un ser mal educado que supone a sus interlocutores dispuestos a escucharlo durante días. Quiero entenderme. Que sea mal educado no quiere decir que no pueda ser encantador; no se trata de eso y estas líneas no pretenden ser parte de un manual de buenas maneras. Bien por la mala educación de Tolstoi, de Víctor Hugo. Pero, como quiera que sea, es cierto que hay algo más urbano en los cuentos y en los ensayos. En los cuentos uno tantea la buena disposición del interlocutor para escuchar una historia, un chisme, digamos, rápido y breve, que lo pueda conmover o divertir un instante, y en esto reside el encanto de Chejov; en los ensayos uno afirma algo que no tiene mayor cosa que ver con la vida del prójimo sino con ideas o temas más o menos abstractos pero (y aquí, querido Lord Chesterfield, volvemos a las buenas maneras) sin la menor intención de convencer al lector de que uno está en lo cierto, y en esto reside el encanto de Montaigne.

¿Qué ocurre cuando en un libro uno mezcla cuentos y ensayos? Puede suceder que a algunos críticos ese libro les parezca carente de unidad ya no sólo temática sino de género y que hasta señalen esto como un defecto. Marshall McLuhan les diría que piensan linealmente. Recuerdo que todavía hace pocos años, cuando algún escritor se disponía a publicar un libro de ensayos, de cuentos o de artículos, su gran preocupación era la unidad, o más bien la falta de unidad temática que pudiera criticársele a su libro (como si una conversación -un libro- tuviera que sostener durante horas el mismo tema, la misma forma o la misma intención), y entonces acudía a ese gran invento (sólo comparable en materia de alumbramientos al del fórceps) llamado prólogo, para tratar de convencer a sus posibles lectores de que él era bien portado y de que todo aquello que le ofrecía en doscientas cincuenta páginas, por muy diverso que pareciera, trataba en realidad un solo tema, el del espíritu o el de la materia, no importaba cual, pero, eso sí, un solo tema. En vez de imitar a la naturaleza, que siente el horror vacui, eran víctimas de un horror diversitatis que los llevaba invenciblemente por el camino de las verdades que hay que sostener, de las mentiras que hay que combatir y de las actitudes o los errores del mundo que hay que condenar, ni más ni menos que como en las malas conversaciones.

No debo pensar que todo esto se me ocurre a raíz de que en estos días comienza a circular en México un libro mío en el que reúno cuentos y ensayos.

[21 de enero]

De: La letra e

La distancia que va de cuerpo a cuerpo...


La distancia que va de cuerpo a cuerpo
Es tan grande como la que hay de alma a alma

Altazor, Canto I 135-136
Vicente Huidobro

viernes, 26 de diciembre de 2008

El pulpo; José Emilio Pacheco


Oscuro dios de las profundidades,
helecho, hongo, jacinto,
entre rocas que nadie ha visto,
allí, en el abismo,
donde al amanecer, contra la lumbre del sol,
baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe
con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.

Qué belleza nocturna su esplendor si navega
en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,
para él cristalina y dulce.
Pero en la playa que infestó la basura plástica
esa joya carnal del viscoso vértigo
parece un monstruo; y están matando
/a garrotazos/ al indefenso encallado.
Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte
por la segunda asfixia que constituye su herida.
De sus labios no mana sangre: brota la noche
y enluta el mar y desvanece la tierra,
muy lentamente, mientras el pulpo se muere.

Descubrimiento y defensa de un poema (fragmento); Hugo Hiriart


Una tarde en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hace ya más de treinta años, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Nacho Méndez, si no me acuerdo mal, intentaron la ardua tarea de escribir el peor poema posible. Recuerdo unos versos:

_____Feo caballo bayo que mataste a mi papá
_____Ojalá y no venga una yegüita
_____y victime también a mi mamacita.

Bien visto, escribir el peor poema posible es también muy difícil. Se necesita, por lo pronto, dominio completo de las reglas, que las hay, y una especie de inspiración negativa que tampoco está a la mano de cualquiera. De la misma manera se dice que los pecados más graves sólo los puede cometer un teólogo experto y perfectamente sobre sí.

Lo horrendo y pésimamente hecho es tan misterioso como la radiante armonía de la belleza.

De: Discutibles fantasmas

O el poema continuo (fragmento); Herberto Helder

Ouvi dizer que os mortos respiram com luzes transformadas.
Que têm oh olhos cegos como sangue.
Este corria, assombrado.
Os mortos devem ser puros.
Ouvi dizer que respiram.
Correm pelo orvalho dentro, e depois
estendem-se. Ajudam os vivos.
São doces equivalências, luzez, ideias puras.
Vejo que a morte é como romper una palavra e passar

—a morte é passar, como rompendo una palavra,
através da porta,
para una nova palavra. E vejo
o mesmo ritmo geral. Como morte e ressurreiçao
através das portas de outros corpos.
Como uma qualidade ardente de uma coisa para
outra coisa, como os dedos passam fogo
à criação inteira, e o pensamento
pára e escurece
[...]

(A colher na boca)
_________________________________

He oído decir que los muertos respiran con luces transformadas.
Que tienen los ojos cerrados como la sangre.
Este corría, asombrado.
Los muertos deben ser puros.
He oído decir que respiran.
Corren por entre el orvallo, y después
se extienden. Ayudan a los vivos.
Son dulces equivalencias, luces, ideas puras.
Veo que la muerte es como romper una palabra y pasar

—la muerte es pasar, como rompiendo una palabra,
a través de la puerta,
hacia una nueva palabra. Y veo
el mismo ritual general. Como muerte y resurrección
a través de las puertas de otros cuerpos.
Como una cualidad ardiente de una cosa hacia
otra cosa, como los dedos pasan el fuego
a la creación entera, y el pensamiento
para y se oscurece
[...]

(La cuchara en la boca)

Herberto Helder
O el poema continuo (Ou o poema contínuo)
Traducción de Jesús Munárriz
poesía Hiperión
1a edición, 2006
Págs. 14-15

miércoles, 24 de diciembre de 2008

La pasión de Dido por Eneas

El amor que la reina de Cartago siente hacia el errante Eneas es descrito por Virgilio al comienzo del libro IV de la Eneida con una majestuosidad única en la literatura latina. Este amor no tiene su origen en la mera voluntad humana al ser Venus quien ordena a Cupido infundirlo en Dido; no obstante, somos testigos de la profundidad de la pasión de la mujer. Esta es, acaso, una de las porciones más bellas del poema entero:


Pero la reina herida hacía tiempo de amorosa congoja
la nutre con la sangre de sus venas y se va consumiendo
en su invisible fuego. Da vueltas y más en su mente
a las prendas de Eneas y a su gloriosa alcurnia.
Lleva en su alma clavados su rostro y sus palabras. Su mal
no les deja a sus miembros ni un punto de paz ni de sosiego.
Ya la aurora siguiente iba alumbrando la tierra con la antorcha
[de Febo
y ya había ahuyentado la húmeda sombra por el haz del cielo
cuando fuera de sí se dirige a su hermana, alma de su alma:
«Ay, Ana, hermana mía, qué sueños tan horribles me tienen
[angustiada!»
¿Quién es ese huésped que acaba de entrar en nuestra casa?
¡Qué gallardo su aspecto! ¡Qué valiente y qué diestro en las
[armas!
Lo creo, sí, no lo aseguro en vano, es de raza de dioses.
El apocado revela un alma ruin. ¡Ay! ¡Qué hados lo han vejado!
¡Qué guerras ha contado, afrontadas por él hasta el último
[trance!
Si no tuviera la firme decisión inquebrantable de no irme a otro
[alguno
después del desengaño que sufrí con la muerte de mi primer
[amor,
si no sintiese hastío del tálamo y las teas nupciales, a esta sola
[flaqueza
a esta sola pudiera, sí, quién sabe, haber cedido.
Ana, te lo confieso, al cabo de la muerte de Siqueo,
mi esposo infortunado, una vez que arrasó mi hogar mi criminal
[hermano,
sólo éste ha doblegado mi energía y le ha forzado a vacilar a mi
[ánimo.
Vuelvo a sentir en mí el resquemor de la primera llama. Pero
[desearía
que para mí se abriera la sima de la tierra o el Padre omnipotente
me arrojara a las sombras con su rayo,
a las pálidas sombras del Érebo y la noche profunda
primero que violarte, honestidad, o quebrantar tus leyes.
El que primero me tuvo unida a sí, se me llevó mi amor,
que él lo retenga y lo guarde consigo en el sepulcro».
Ana le respondió: «Hermana mía,
a quien quiere tu hermana más que a la misma luz,
¿vas a dejar que, entristecida, sola, se vaya consumiendo toda tu
[juventud
sin gozar la dulzura de los hijos ni los dones de Venus?
¿Crees que esto preocupa al polvo y a las sombras de los
[muertos?
Te concedo que ningún pretendiente de Libia ni de Tiro hciera
[fuerza
hasta ahora a tu alma dolorida. Has despreciado a Jarbas y a
[otros jefes
de esta tierra africana tan fértil en trofeos de victorias.
Pero ¿vas a luchar también con un amor que es de tu agrado?
¿No repara tu mente en qué tierras has venido a asentarte?
Por un lado ciudades getulas, una raza invencible en la guerra,
y los númidas sin freno y las Sirtes inhóspitas;
por otro una región desierta, desolada por la sed,
y los barceos que dilatan su furia a lo ancho y lo largo.
¿Qué diré de las guerras que están surgiendo en Tiro y de las
[amenazas de tu hermano?
Pienso, créemelo, que bajo los auspicios de los dioses y del fervor
[de Juno
han arribado las naves de Ilión. ¿Qué ciudad vas a ver, hermana,
[alzarse aquí?,
¿qué reino va a surgir por obra de este enlace?
Con la ayuda de las armas troyanas
¿a qué logros tan altos no va a alzarse la gloria de Cartago?
Tú pide sólo el favor de los dioses y después de ofrecer los debidos
[sacrificios
pon tu afán en mostrarte acogedora y planea pretextos por
[retenerlo aquí
mientras ruge en el mar el invierno enfurecido y las lluvias de
[Orión,
y están las naves astilladas y el cielo les está cerrando el paso».
Inflaman sus palabras el pecho enardecido ya de amor y aviva
[la esperanza
de su mente indecisa y libra a su pudor de escrúpulos.
Primero se encaminan a los templos y piden paz en cada altar.
Sacrifican según rito ovejas escogidas a Ceres, la que dicta las
[leyes,
a Febo, al padre Lieo, y primero que a los demás a Juno,
que vela por los lazos conyugales. Más hermosa que nunca,
con la copa en la mano va vertiendo Dido
su libación entre los cuernos de una blanca vaca
o gira ante los próvidos altares lentamente en presencia de los
[dioses
y renueva a diario sus ofrendas,
y anhelante a la vista del pecho abierto de las víctimas
escruta las entrañas humeantes. ¡Ah, mentes obcecadas de
[agoreros!
A quien le ciega la furia del amor ¿de qué le sirven los votos?,
[¿de qué santuarios?
Entre tanto la llama se va cebando hasta en su blanca médula.
En silencio late viva la herida en lo hondo de su pecho. En su
[fuego se abrasa
la infortunada Dido. Vaga fuera de sí por toda la ciudad
igual que corza herida por la flecha que un pastor le clavó
de lejos a la incauta en los bosques de Creta,
mientras la perseguía con sus tiros,
y el hierro volador le dejó hincado sin saberlo él siquiera.
Ella atraviesa huyendo los bosques y los sotos dicteos
clavada en el costado la saeta mortal. Dido unas veces lleva
[consigo a Eneas
por el centro de la ciudad. Le muestra la riqueza sidonia y la urbe
[ya dispuesta.
Empieza a hablarle y se le cortan las palabras. Ya al caer de la
[tarde
le invita a otro banquete como aquél y pide una vez más en su
[delirio
oír los infortunios de Ilión. Y mientras habla, está pendiente
de nuevo, embebecida, de su boca. Después al separarse, cuando
[va reduciendo
en su giro la luna su luz palidecida y ya invitan al sueño las
[estrellas
que van cayendo, sola en la mansión vacía se entristece y de
[pechos
se echa sobre el diván que él ha dejado.
Ausente de él está escuchando y está viendo al ausente.
O retiene en su regazo a Ascanio prendada su alma del parecido
[con su padre
por si logra engañar así un amor imposible de expresar con
[palabras.


Eneida IV 1-85
Traducción de Javier de Echave-Sustaeta
Biblioteca Clásica Gredos
2a. reimpresión

lunes, 22 de diciembre de 2008

El paso de las Simplégades; Apolodoro

Este es un fragmento de la Biblioteca de Apolodoro en que se narra el cruce que Jasón y los Argonautas hicieron en su nave a través de las Simplégades. Lo que llama mi atención son la creatividad y el ingenio presentes en la escena, elementos imprescindibles en la trama de la historia de un héroe de astucia:

Liberado de las Harpías, Fineo mostró la ruta a los Argonautas y los previno acerca de las Simplégades, unas rocas del mar. Éstas eran enormes y al chocar una con otra por la fuerza del viento obstruían el paso. Las envolvía una niebla espesa en medio de gran estruendo: ni las aves podían pasar entre ellas. Fineo les dijo que soltaran una paloma entre las rocas y que si la veían cruzar incólume navegaran sin miedo, pero que si perecía, no intentasen pasar. Oído esto se hicieron a la mar y, al acercarse a las rocas, soltaron una paloma desde proa, y durante el vuelo el choque de las rocas cortó la punta de su cola. Esperando atentos, pues, que las rocas se separaran, con vigorosos golpes de remos y ayudados por Hera lograron pasar, rompiéndose los adornos de popa de la nave. Desde entonces las Simplégades se fijaron, pues estaba predestinado que si una nave conseguía pasar entre ellas, quedarían inmóviles.

Apolodoro
Biblioteca I 9, 22
Traducción de Margarita Rodríguez de Sepúlveda
Biblioteca Clásica Gredos
1a reimpresión

domingo, 21 de diciembre de 2008

La casa inundada; Felisberto Hernández

Este es un cuento no tan breve, para acceder a él basta con hacer clic en el título de esta entrada.

Respecto al tamaño del contenido de las entradas

Para comodidad e interés de los lectores, Caballo de Letras procura que el contenido de las entradas en prosa aquí publicadas no rebase la extensión de dos hojas A4 escritas con letra Georgia tamaño 11. En caso de que los textos sean de mayores dimensiones se intentará redirigir a los lectores a las páginas Web en que éstos se encuentran para facilitar su lectura.

¿Cómo nos influye lo que leemos?; Sergio Parra

¿Cómo nos influye lo que leemos? pertenece a otro blog. Para ser redirigidos al sitio donde se encuentra sólo es necesario dar clic en el título de la presente entrada.

Aceptación del ombligo; Homero Aridjis


Desperté de un sueño, en el que participaban mi madre y el ombligo. Mientras preparaba la comida, mi madre me dijo, ofreciéndome un pedazo de ombligo: "Pruébalo, para ver si te gusta. Porque si no te gusta, no tienes que comerlo." Asentí que me gustaba. Y abrí los ojos, contento porque el ombligo me había gustado. Y todo el día, por la atmósfera que me dejó el sueño, sentí placidez, como si en la aceptación del ombligo hubiera aceptado a mi madre y a la vida, recobrando a la vez una edad mía perdida, y el rostro olvidado de un ser que ahora tiene otras facciones.

Pour Marx; Gabriel Zaid


Querida:
_______Qué bien nadas,
sin nada que te vista,
en las aguas heladas
del cálculo egoísta.

Instrucciones para cruzar; Luis Humberto Crosthwaite

En esta viñeta, Crosthwaite narra la frustración que para algunos, la mayoría, representa el cruce de la frontera México-Estados Unidos...
_________________________________

Piense en esto: de preferencia no lo haga. La verdad es que no vale la pena el ajetreo. Se lo dice quien, por distintos motivos, confiesa haber cruzado la frontera unas 1,600 veces durante su vida, por trabajo, por ansiedad o por fastidio. Atravesar una línea divisoria requiere de un esfuerzo intelectual, un conocimiento de que las naciones tienen puertas que se abren y se cierran; una idea fija de que un país, cualquiera que éste sea, se guarda el derecho de admisión a sus jardines y podría echarlo de ellos a la primera provocación.

No obstante, si el lector recibe un llamado poderoso, como de sirenas, como de imán, y decide cruzar, le recomiendo tomar en cuenta las siguientes indicaciones:

1. Se requiere que usted porte un documento que acredite su nacionalidad y sus intenciones. Nada molesta más a los guardianes que una persona con intenciones poco claras. Usted debe ingresar al país vecino porque va de compras (cuando hay especiales en las tiendas departamentales), para lavar su ropa sucia (porque las aguas allá son más pulcras), para ir a Disneylandia ("el lugar más feliz del mundo"); en fin, para realizar faenas que no comprometan el status quo de la sociedad.

2. Está prohibido para el extranjero, y se lo señalarán con sus grandes dedos, recibir dinero a cambio de trabajo o trabajar a cambio de lo que sea. Por lo tanto, si cruza cotidianamente a una labor de lavaplatos, recolector de basura, mesero, sirvienta, oficinista, cajero, etcétera, deberá siempre llevar a la mano una buena historia que contarles, no importa que sea la misma cada vez.

3. Es importante saber que las puertas están custodiadas por dos tipos de guardianes: unos llamados "Aduana" y otros llamados "Migra". Los primeros, vestidos de azul oscuro, se interesan por lo que lleva consigo (que no sea fruta, que no sea droga); ellos suelen ser descorteses porque es parte de su trabajo, pero le dejan pasar algunas veces sin consultar sus documentos, sin mirarle a los ojos, sin pensar en su vida. Los segundos, en cambio, son seres terribles; auscultan su mirada intentando encontrar propósitos ulteriores. Quieren quebrarlo, quieren hacerle confesar que busca trabajo pues apenas le alcanza para mantener a su familia. Quieren tener el gusto de arrojarle a los leones.

4. La paciencia puede ser útil al cruzar la frontera. Si usted lo hace en automóvil o caminando, la espera podría ser infinita. Será un integrante más de una eterna fila que no parece tener principio ni fin. Llévese una novela de muchas páginas; llévese un radio, unas barajas, algún compañero con quien jugar una ronda de dominó o Monopolio.

5. Aunque es difícil lograrlo, intente asomarse para ver cuál de los dos tipos de guardianes cuidan la fila donde usted se encuentra. Procure que sea Aduana, de lo contrario tendrá problemas. En caso de enfrentarse a un Migra, pídale a Dios que no pertenezca a lo que en el país vecino se conoce como "minoría", y de preferencia que no tenga ascendencia latinoamericana: se dice que son los peores porque saben que alguien siempre los vigila para que cumplan cabalmente con su deber.

6. Si cruza en automóvil, que no le extrañe que algunos Aduanas se acerquen con un perro para que husmee sus alrededores. No se sienta humillado si el perro orina una de sus llantas. Tampoco sienta gusto.

7. Al enfrentarse finalmente a uno de esos guardianes, sea en automóvil o a pie, debe llevar el pasaporte en la mano y la mente en blanco. Lo más apropiado es estar convencido de que ellos son seres omnipotentes, deidades, Césares caprichosos capaces de arrojarle de su imperio. Lo mejor es entregarse totalmente a sus designios, por más absurdos que éstos parezcan.

8. Un diálogo típico podría ser así:
—¿Qué trae de México?
—Nada.
—¿Qué trae de México?
—Nada.
—Tiene que contestar "sí" o "no". ¿Qué trae de México?
—No.
—Está bien. Puede pasar.

Espero que estas indicaciones le resulten útiles. Procure llevarlas con usted en una bolsa y repasarlas detenidamente antes de intentar el ingreso al país vecino.

Hay quienes opinan que trasponer la frontera es un arte, que no debe ser un acto sencillo como el que se describe en este texto, que debe requerir cierto esfuerzo de la imaginación. Por eso algunas personas de alma aventurera prefieren hacerlo por espacios remotos, de difícil acceso; lugares que son custodiados con recelo por los más amplios recursos tecnológicos, por helicópteros y patrullas ansiosas de comenzar la cacería.

Cruzar por esos extremos es una hazaña de otra índole que, como supondrá el lector, requiere de una serie distinta de indicaciones.

De: Letras Libres, noviembre de 2005

Dejar de escribir (fragmento), Eduardo Torres, Las niñas de Lewis Carroll; Augusto Monterroso

1983

Dejar de escribir (fragmento)

¿Qué hace que uno deje de pronto y para siempre de escribir, de pintar o de componer música? A esto contesté pronto y sin vacilaciones y razonada y claramente, como siempre lo hace uno cuando responde a una pregunta cuya respuesta no existe.


[10 de diciembre]

Eduardo Torres

A propósito de lo anterior, recuerdo la proposición de Eduardo Torres, consistente en que a todo poeta debería prohibírsele, por ley o decreto, publicar un segundo libro mientras él mismo no lograra demostrar en forma concluyente que su primer libro era lo suficientemente malo como para merecer una segunda oportunidad. Dentro de este tema de la persistencia en el esfuerzo o el abandonado total, que puede volverse obsesivo, con frecuencia me viene a la memoria la escena en que Don Quijote, después de probar su celada y darse cuenta de que no sirve para maldita la cosa, desiste de probarla por segunda vez, la da por buena y se lanza sin más al peligro y la aventura sin preocuparse de las consecuencias. Por otra parte, hay grados: no publicar, no escribir, no pensar. Existen también los que recorren este camino en sentido contrario: no pensar, escribir, publicar.

Las niñas de Lewis Carroll

Contraviniendo mis principios y movido quién sabe por qué fuerzas extrañas, el otro día me encontré dando una conferencia (que preferí llamar charla y convertir en una especie de diálogo con el público, lo que no logré), sobre literatura infantil, en la Capilla Alfonsina. En México muchos damos por supuesto que este nombre de Capilla Alfonsina se entiende fácilmente porque conocemos su historia, tratamos aunque fuera de lejos a Alfonso Reyes, y sabemos que originalmente ésta fue su biblioteca y que él mismo, en broma o en serio, esto será siempre un enigma para mí, la llamaba gustoso en esta forma. Pero a un extranjero, si es que a Borges se le puede llamar extranjero, la cosa no le suena y se ríe un poco, y ahora recuerdo que en una conversación le dijo a un periodista en Buenos Aires: "Imagínese si aquí se le ocurriera a alguien llamar Capilla Leopoldina a la biblioteca de Lugones". Como quiera que sea, la Capilla es la Capilla y últimamente, ya sin los libros que formaron la biblioteca original de Reyes, se ha convertido en museo y en centro de conferencias y presentaciones de escritores. En otro tiempo, todavía rodeado por los viejos volúmenes, me tocó dirigir en ella un taller de cuento, más bien de teoría literaria con el pretexto del cuento, y una vez por semana, como a las once de la mañana, acudía allí a enseñar algo que yo necesitaba aprender, lo que no dejaba de atormentarme los seis días anteriores.

En esta ocasión fui presentado por Florencio Sánchez Cámara, cuyo libro Los conquistadores de papel acaba de aparecer. Previamente me había pasado más de un mes leyendo unas veces y releyendo otras, lo que tenía olvidado o recordaba mal el tema. Fue un gran placer reexaminar Alicia y cuanto encontré a su alrededor; halagó mi vanidad ver otra vez mi nombre, a propósito de espejos fantásticos, en el prólogo de Ulalume González de León a su libro. El riesgo del placer, que recoge sus traducciones de La Caza del Snark, Jabbewocky y otros divertimientos de Carroll que sólo con gran optimismo podría considerarse hoy en día literatura para niños; leí y releí otros prólogos y biografía de este hombre extraño y me acerqué a sus juegos matemáticos que no entiendo para nada, si bien poco me costó entender su afición a las niñas menores de edad cuando una vez más escudriñé, con curiosidad malsana, sus fotografías de la ninfeta Alice Liddell y amigas a quienes el buen Lewis trataba incluso de fotografiar desnudas. Ni qué decir que releí también El Principito, con la melancolía propia del caso ante la inutilidad de los llamados a la cordura que en él hace Saint-Exupéry y el recuerdo de su desaparición nocturna; o que intenté con denuedo interesarme en el Platero de Juan Ramón Jiménez, libro demasiado angelical según mi gusto deformado para siempre por las inmundicias de los yahoos de Swift. Total, más de un mes de lecturas para a última hora no decir nada de la literatura infantil sino dos o tres cosas contra los crímenes que se comente en su nombre, cuando para alimentar las supuestamente ingenuas mentes de los niños se adaptan, por ejemplo, los Viajes de Gulliver en veinte páginas y Don Quijote en otras tantas, con por lo menos dos resultados nefastos: reducir esos libros a su más pobre expresión visual (enanitos febriles empeñados en mantener atado a un hombre y un caballo escuálidos lanzados al ataque de unos molinos de viento, ante la alarma de un hombre rechoncho y su burro condenados sin remedio a representar la postura contraria al ideal) y hacer que, de adultos, esos niños crean sinceramente haber leído esos libros e incluso lo aseguren sin pudor.

[17 de diciembre]

De: La letra e

sábado, 20 de diciembre de 2008

Podadora; Julio Trujillo

La anuncian el aroma y el sonido.

De sus navajas curvas se desprende
—lascas, chispas, enana pirotecnia—
el verde olor del pasto,
__________________golpe
que encaja noblemente en la nariz.
Nostalgia del origen:
esta es la piel del mundo que otra vez
se nos ofrenda,
el ámbar es el mismo.

Y gira en torno a sí la letanía,
el canto de las aspas
que trabajan.
Rumor que se desliza,
gozando la espiral,
al fondo del oído sosegado.

Todo da vueltas lenta, lentamente.
Todo es cierto.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Lāmiyya de los árabes (fragmento); Šanfarà

Hermanos, levantad los pechos de vuestras monturas
y apresurad el paso,
que yo prefiero otra compañía.
Otra familia tengo: lobo veloz, suave leopardo, hiena hirsuta;
familia que no revela el secreto confiado
ni desampara a quien es incriminado.
Son intrépidos; mas yo, a la primera presa, aún lo soy más.
Pero a la hora de tender la mano a los víveres,
cuando el más diligente es el más bajo,
ya no soy el más rápido.
Esta capacidad es lo que me hace preferible a ellos,
porque el más generoso es superior.
No me importaría perder a quienes
no están adornados con buenas acciones
y en cuya cercanía no hallo entretenimiento;
tres amigos me bastan:
corazón intrépido, templada espada, hermosa camella.

No soy un hombre de interior, pusilánime,
que pasa el tiempo con sus mujeres consultándolas en todo,
de esos que por todo se asustan, tímidos como los avestruces,
cuyo corazón palpita como el de un pajarillo
que sube y baja al ritmo de sus alas,
desecho de sus familias, cobardes hombres de interior
que pasan el tiempo hablando de amoríos a las mujeres
y que en todo momento van pintados y empolvados.

Sé encerrar el hambre en los recovecos de mis entrañas
al igual que la experta hiladora retiene firmemente en la mano
los hilos que sus dedos retuercen.

Cuando quejarse no sirve de nada,
la paciencia es de lejos preferible.

Debes saber que soy un hombre consagrado a la paciencia.
Bajo mi armadura escondo un corazón de león
y la firmeza me hace las veces de sandalias.

Dejo viudas a las mujeres y huérfanos a los niños
y me marcho como llegué; cuando la noche es más noche.

Durante los días tórridos de la canícula
en que se funden los vapores que forma el ardor del sol
y en que los reptiles se retuercen sin poder soportarlo
sobre la arena ardiente,
he expuesto íntegramente mi rostro a todos sus fuegos
sin velo alguno que me protegiese
con un pedazo de tela desgarrado
como todo refugio contra su furor
y una larga cabellera
que, agitada por el viento, se separa en mechas espesas
en las que el peine no ha penetrado,
que desde hace mucho no ha sido perfumada ni despiojada,
embadurnada de una costra tenaz,
y que ha pasado un año entero sin haber sido lavada.

La poesía árabe clásica
Antología preparada por Josefina Veglison
poesía Hiperión
2a edición, 2005
Páginas 78-80

Miedo escénico; Wisława Szymborska


Poetas y escritores.
Porque así es como se dice.
Los poetas entonces no son escritores, sino qué.

Al poeta la poesía, al escritor la prosa.

En la prosa puede haber de todo, hasta poesía,
en la poesía tiene que haber sólo poesía.

Según el cartel que la anuncia
con una enorme P de trazos modernistas,
inscrita en las cuerdas de una lira alada,
tendría yo que volar y no entrar caminando.

¿Y no sería mejor descalza
que con estos zapatos de oferta,
sustituyendo torpemente a un ángel
entre taconeo y rechinado?

Si al menos fuera más larga mi falda, con más vuelo,
y si no sacara yo los poemas del bolso sino de la manga,
fiesta, desfile, gran ocasión,
pim pam pum,
ab ab ba.

Allá en el escenario acecha una mesita
un tanto espiritista y de patas doradas,
y sobre la mesita humea un candelabro.

De eso se desprende
que tendré que leer a la luz de las velas
lo que escribí a la luz de una simple bombilla
tac tac tac a máquina.

Sin preocuparme de antemano
si esto es poesía
y qué poesía,
si de esa en la que la prosa está mal vista,
si de esa que es bien vista en prosa.

Pero cuál es la diferencia,
si sólo se aprecia en la penumbra
sobre un fondo de cortinas rojas
con flecos morados.


Traducción de Gerardo Beltrán

Dios y el sentido de la vida

Unless you assume a God, the question of life's purpose is meaningless.

A menos que se dé por hecho la existencia de Dios, la búsqueda del propósito de vivir no tiene sentido.

-Bertrand Russell
Traducción de Vida Publishers/Purpose Driven Ministries

Viejos y jóvenes; Antonio Machado

―A V. le parecerá Dickens un gran novelista, decía a Juan de Mairena un joven ateneísta de Chipiona.
―Sin duda, respondió el maestro.
―A mí, en cambio, me parece un autor tan insignificante que ni siquiera lo he leído.


Antonio Machado (Sevilla, 1875-Collioure, 1939)
Apuntes inéditos (1933-34)

Facilidad y dificultad para alcanzar la verdad según Aristóteles


El estudio de la Verdad es difícil en cierto sentido, y en cierto sentido, fácil. Prueba de ellos es que no es posible que alguien la alcance plenamente ni que yerren todos, sino que cada uno logra decir algo acerca de la Naturaleza. Y que si bien cada uno en particular contribuye a ella poco o nada, de todos conjuntamente resulta una cierta magnitud. Conque, si nos hallamos realmente al respecto como decimos con el refrán «¿quién no atinaría disparando a una puerta?», en ese sentido es fácil; pero el hecho de alcanzarla en su conjunto, sin ser capaces de una parte , pone de manifiesto la dificultad de la misma. Y posiblemente, puesto que la dificultad es de dos tipos*, la causa de ésta no está en las cosas, sino en nosotros mismos. En efecto, como los ojos del murciélago respecto de la luz del día, así se comporta el entendimiento de nuestra alma respecto de las cosas que, por naturaleza, son las más evidentes de todas.
__________
*Es decir, la dificultad puede depender, bien de la cosa que se trata de conocer, bien del que trata de conocerla.

Aristóteles, Metafísica libro II 993a30-b10 y ss.
Traducción de Tomás Calvo Martínez; Madrid, Gredos, 3a reimpresión

Una lanza que va escribiendo en el polvo

Me encantó esta imagen descrita por Virgilio en el primer libro de la Eneida, cuando Eneas llega a Cartago y mientras espera la llegada de Dido se detiene a contemplar en un templo algunas pinturas que describen escenas de la guerra de Troya:

En otra escena Troilo, el mozo sin ventura, huyendo, ya sin
___armas,
del combate desigual con Aquiles va arrastrado por sus propios
___corceles;
se agarra boca arriba a su carro vacío, las riendas en su mano
___todavía,
el cuello y los caballos rasantes por el suelo, su lanza vuelta a
___tierra
va escribiendo en el polvo...


Eneida I 474 y ss.
Traducción de Javier de Echave-Sustaeta
Biblioteca Clásica Gredos
2a. reimpresión

Anuncios clasificados; Wisława Szymborska

QUIENQUIERA que sepa dónde está
la compasión (fantasía del alma),
¡que lo diga!, ¡que lo diga!
Que lo cante a voz en cuello
y que baile como si hubiera perdido la razón,
alegre bajo el delicado sauce
siempre a punto de romper en llanto.

ENSEÑO a callar
en todos los idiomas
con un método contemplativo:
del cielo estrellado,
las mandíbulas del sinantropus,
el salto del grillo,
las uñas del recién nacido,
el plancton,
el copo de nieve.

DEVUELVO al amor.
¡Atención! ¡Ganga!
En la hierba de hace un año,
con el sol hasta el cuello
recostados mientras danza el viento
(coreógrafo de sus cabellos).
Para ofertas ver: Sueño.

SE NECESITA persona
para llorar
a los viejos que mueren
en los asilos. Favor
de no solicitar por escrito
ni anexar ningún tipo de actas.
Se destruirán los documentos
sin acuse de recibo.

POR LAS PROMESAS de mi marido
—quien con todos los colores
del populoso mundo, su lenguaje,
su canción en a ventana y el perro de los vecinos
les hizo creer que nunca estarían solos
en penumbra, en silencio y sin aliento—
yo no puedo responder.
La Noche, viuda del Día.

Traducción de Gerardo Beltrán

Cristo es Dios...

Cristo es Dios; lo demás
es solamente interesante.

-Fragmento del poema Esto soy, de Carlos pellicer

Citas: Juan Benet contra Jaime Torres Bodet

La calidad literaria es inversamente proporcional al número de lectores.

-Juan Benet


Puede ocurrir, pero no es una regla. Para demostrarlo basta hacer referencia a una cita que Héctor Zagal Arreguín atribuye a Jaime Torres Bodet en su artículo Lectura indiscriminada ¿o volver a la censura?:

El mal escritor lleva, en su ineficacia, un precioso antídoto.

Cómo debe ser el poeta...

El poeta debe ser de temperamento agradable, buena conducta, afable, penetrante, fiable, asequible y protector. Esto hace que la gente le ame, lo embellece a sus ojos y lo acerca a sus corazones.


(Ibn Rašīq, al-ʻUmda, I, 196)

Hallado en La poesía árabe clásica
Antología preparada por Josefina Veglison
poesía Hiperión
2a edición, 2005
Página 7


Sí, claro, Ibn Rašīq... tus palabras se confirman en poetas como el rey David, el dulce cantor de Israel, o el afable Rilke que respondía a cartas de poetas novatos pidiéndole ayuda para progresar como artistas, ¿pero qué decir de esas adorables criaturas que se dice que fueron Garcilaso, Rimbaud y Ezra Pound, por dar sólo unos ejemplos?

Alan

La culpabilidad del hombre (Romanos 1:18-23)

Romanos 1

18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Biblia, Versión Reina-Valera 1960

Características de la sabiduría y del sabio según Aristóteles


Es obvio, pues, que la sabiduría es ciencia acerca de ciertos principios y causas.

Puesto que andamos a la búsqueda de esta ciencia, habrá de investigarse acerca de qué causas y qué principios es ciencia la sabiduría. Y si se toman en consideración las ideas que tenemos acerca del sabio, es posible que a partir de ellas se aclare mayormente esto. En primer lugar, solemos opinar que el sabio sabe todas las cosas en la medida de lo posible, sin tener, desde luego, ciencia de cada una de ellas en particular. Además, consideramos sabio a aquel que es capaz de tener conocimiento de las cosas difíciles, las que no son fáciles de conocer para el hombre (en efecto, el conocimiento sensible es común a todos y, por tanto, es fácil y nada tiene de sabiduría). Además y respecto de todas las ciencias, que es más sabio el que es más exacto en el conocimiento de las causas y más capaz de enseñarlas. Y que, de las ciencias, aquella que se escoge por sí misma y por amor al conocimiento es sabiduría en mayor grado que la que se escoge por sus efectos. Y que la más dominante es sabiduría en mayor grado que la subordinada: que, desde luego, no corresponde al sabio recibir órdenes, sino darlas, ni obedecer a otro, sino a él quien es menos sabio.

Aristóteles; Metafísica libro I 982a1—19
Versión española de Tomás Calvo Martínez; Madrid, Gredos, 3a reimpresión

Inmortalidad del cangrejo; José Emilio Pacheco

-¿En qué piensas?
-En nada, en la inmortalidad del cangrejo.
Anónimo: Los mexicanos pintados por sí mismos


Y de inmortalidades sólo creo
en la tuya, cangrejo amigo.
Te aplastan, te echan en agua hirviendo,
inundan tu casa.
Pero la represión y la tortura
de nada sirven, de nada.

No tú, cangrejo ínfimo,
caparazón mortal de tu individuo, ser transitorio,
carne fugaz que en nuestros dientes se quiebra;
no tú sino tu especie eterna: los otros:
el cangrejo inmortal
toma la playa.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La rosa; J. L. Borges

A Judith Machado
La rosa,
la inmarcesible rosa que no canto,
la que es peso y fragancia,
la del negro jardín en la alta noche,
la de cualquier jardín y cualquier tarde,
la rosa que resurge de la tenue
ceniza por el arte de la alquimia,
la rosa de los persas y de Ariosto,
la que siempre está sola,
la que siempre es la rosa de las rosas,
la joven flor platónica,
la ardiente y ciega rosa que no canto,
la rosa inalcanzable.

De: Fervor de Buenos Aires

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Los ángeles; R. M. Rilke


Todos tienen bocas cansadas
y almas claras y sin doblez.
Y a veces cruzan por los sueños
nostalgias (como de pecado).

Entre ellos son muy parecidos
y en los jardines de Dios callan
cual muchos, muchos intervalos
de su fuerza y su melodía.

Y sólo al desplegar sus alas
despiertan un terrible viento:
cual si Dios con sus anchas manos
de escultor pasara las páginas
del oscuro libro del Génesis.

De: El libro de las imágenes
Traducción de Jesús Munárriz
poesía Hiperión

"El pensamiento humano contra el divino" o el venado contra el águila, o el fuego de la tierra contra el fuego del cielo

Están pensando los pensadores que moran aquí en su mundo.
Detrás de su fuego hablan entre ellos los que están presentes:
“¿Qué haremos con nuestros pensamientos?
¿Cómo hablaremos con nuestras palabras?”
Allí estaban pensando y de pronto llega el águila.
Le hablan: “Piensa un poco con nosotros”.
Llega allí, y empiezan a hablarle:
"¿Qué haremos con lo que se introduce en el aire?
Esto es lo que pensamos: ¿Cómo vamos a tapar
lo que se introduce en el aire y causa daño?"
Empieza a hablar el águila.
Empieza a hablarles durante toda la noche.
Así hablaba, mientras dormían los pensadores.
Allá el águila los venció con sus pensamientos.
Sin duda tiene muchas palabras.
Los venció y los adormeció.
Sube allá lejos por el camino del cielo.
No lo saben los pensadores: ellos dormían.
Sube al aire, allá, muy lejos, vuela hacia el cielo.
Allá quedará. Allá termina nuestro Padre el Águila.
Allá quedará: firme sostiene a su mundo.
Allá está y lo tiene todo.
Allá descansa, lejos, encima de nosotros.
Aquí el muchacho Hatsikan se acuerda de los pensadores.
Se acerca a los pensadores detrás del fuego.
Aquí está: "Mis pensadores, ¿qué les ha pasado?"
Se despiertan los pensadores.
Se levantan y preguntan uno al otro:
"Hemos perdido, nos ha vencido el águila.
Ella jamás se duerme."
Ahora los pensadores se acuerdan de su tabaco.
Lo meten en sus pipas. Prueban sus nubes.
Se levantan detrás de su fuego.
Ahora piensan en el lugar arriba en el oriente.
Y tapan los pensamientos de los dioses arriba en el oriente.
Allí los tapan con sus nubes, con su humo de tabaco.
Tapan los pensamientos arriba en el oriente.
Los tapan con sus palos emplumados.
Ahora terminan con ellos y se vuelven.
Se acuerdan del poniente.
Hablando bajan lejos hacia el poniente.
Allí tapan las palabras de los dioses del poniente
y todos sus pensamientos.
Terminan con esto y se vuelven al lugar de la desgracia en el
___norte.
Allí caminan hablando con sus palabras.
Tapan los pensamientos de los dioses del norte.
Lo terminan bien con sus palabras,
lo terminan bien con sus pensamientos,
con sus palos emplumados y con sus nubes.
Ahora se vuelven hacia el lugar de la lluvia en el sur.
Allí llegan y los tapan con sus nubes, con sus palos emplumados.
Allí terminan con esto y se vuelven.
Se acuerdan del mundo inferior.
Se acuerdan de Nuestra Madre que se llama Madre Tétewan.
Terminan con esto y se vuelve allá muy lejos hacia el cielo.
Allá lejos oyen al dios Águila.
Oyen sus palabras y terminan con todo.
Ahora se vuelven allí lejos hacia todos [los dioses].
Los tapan con sus pensamientos.
Terminan con todos los dioses que existen en el mundo entero.
Terminan con esto y se vuelven allá lejos
hacia el lugar arriba en el oriente
[es decir delante del altar], lugar de la vida.
Aquí dejan los pensadores sus pensamientos.
Todas sus palabras, todos sus palos emplumados y sus nubes.
Todo lo dejan allí, se vuelven y regresan detrás de su fuego.
Aquí llegan y terminan sentados en sus asientos.



Ómnibus de poesía mexicana
Presentación, compilación y notas de Gabriel Zaid
Uno: Poesía indígena
I: Poesía anónima recogida entre los siglos xvi y xx
1. Cora (siglo xx)
Página 11 y 12
siglo xxi editores, s.a. de c.v.27a edición

martes, 9 de diciembre de 2008

Versos de un poema árabe atribuído a Adán

ĀDAM

Antólogos e historiadores ponen en boca de Adán estos versos recitados al conocer la muerte de Abel. Según la historiografía arábigo-musulmana medieval, la Tierra era blanca hasta que Caín mató a su hermano Abel, entonces la Tierra se cubrió de polvo y cambió el sabor de los frutos. Adán en el paraíso hablaba en árabe puro y fue el depositario de las letras del alifato; tras el pecado original la lengua árabe se desvirtuó dando nacimiento al arameo, pero con la venida de Abraham se recuperó la lengua primigenia.

[1]

Cambió el país y sus habitantes.
La faz de la Tierra se volvió polvorienta y fea.
Todo cambió de color y sabor.
El bello rostro perdió su belleza.
¿Qué me pasa? Abel está enterrado y yo no lloro.
Caín mató a su hermano Abel.
¡Qué lástima siento por el gracioso rostro que se fue!
En adelante toda mi vida será llanto sin hallar descanso.

La poesía árabe clásica
Antología preparada por Josefina Veglison
poesía Hiperión
2a edición, 2005
Página 23

El dragón alado; Zhang Zhengjian


El dragón alado no aparece
se oculta en las profundidades del agua
no digáis que es porque no tiene patas
que cuando alza el vuelo
hasta lo más alto del cielo se levanta raudo.
Ejemplo es también el eupatorio
escondido y siempre fragante
el limpio viento lo esparce por doquier muy lejos
a mil leguas esperan recibir su perfume.
Viviendo escondido
podrás cultivar tu espíritu
si te das a conocer
¿podrás acaso brillar?

De: Antología de poesía china
Biblioteca Universal Gredos
Editorial Gredos, 2003
Página 104
Traducción de Juan Ignacio Preciado Idoeta

La Hidra de Lerna de acuerdo a la Biblioteca de Apolodoro

Este es uno de los pasajes más conocidos de la mitología griega. Sin embargo, casi toda la información que existe en internet es de segunda mano, sólo haciendo referencia a lo que los antiguos escritores dicen respecto al mito, pero nunca publicando la fuente tal cual es. Por tal motivo, he decidido incluir en este sitio la porción de la Biblioteca de Apolodoro que contiene este mito, publicada por la Editorial Gredos, además de las notas al pie que la acompañan. La narración comienza haciendo referencia al segundo de los trabajos que el rey Euristeo ordenó realizar a Heracles (Hércules) y que este último efectuó con la esperanza de alcanzar la inmortalidad después de haberlos cumplido.

_________________________________

Como segundo trabajo [Euristeo] le ordenó matar a la Hidra de Lerna*. Ésta, criada en el pantano de Lerna, irrumpía en el llano y destruía el campo y los ganados. La Hidra tenía un cuerpo enorme, con nueve cabezas, ocho mortales y la del centro inmortal**. Heracles, montado en un carro que guiaba Yolao, llegó a Lerna y refrenó los caballos; al descubrir la Hidra en una colina, junto a la fuente de Amimone donde tenía su madriguera, la obligó a salir arrojándole flechas encendidas, y una vez fuera la apresó y dominó, aunque ella se mantuvo enroscada en una de sus piernas. De nada servía golpear la cabeza con la maza, pues cuando aplastaba una surgían dos. Un enorme cangrejo favorecía a la Hidra mordiendo el pie de Heracles***. Él lo mató y luego pidió ayuda a Yolao, quien, después de incendiar parte de un bosque cercano, con los tizones quemó los cuellos de las cabezas e impidió que resurgieran. Evitada así su proliferación cortó la cabeza inmortal, la enterró y le puso encima una pesada roca, cerca del camino que a través de Lerna conduce a Eleúnte. Abrió el cuerpo de la Hidra y sumergió las flechas en su bilis****. Pero Euristeo dijo que ese trabajo no sería contado entre los diez porque no había vencido a la Hidra Heracles solo sino con ayuda de Yolao.
___________________

*Hija de Tifón y Equidna según HESÍODO, Teog. 313 ss., también alimentada por Hera.
**La Hidra tiene cien cabezas según OVIDIO, Met. IX 71; en cambio, PAUSANIAS, II 37, 4, dice que una sola.
***A cambio de la ayuda que prestó a la Hidra, el cangrejo fue catasterizado por Hera en la constelación de Cáncer. Cf. ERATÓSTENES, Catast. 11; HIGINIO, Astr. II, 23.
****En lo sucesivo las flechas de Heracles, envenenadas por la bilis de la Hidra, producirán heridas mortales a los hombres e incurables a los dioses.


Apolodoro, Biblioteca II 5,2
Biblioteca Clásica Gredos
1a reimpresión
Traducción y notas de Margarita Rodríguez de Sepúlvera

lunes, 8 de diciembre de 2008

La admiración de Kant

Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí...

- Immanuel Kant

viernes, 5 de diciembre de 2008

El agua; Carlos Pellicer

Aguas horizontales
con hombres y peces y nubes.
Aguas azules y verdes,
espacio palpitante, atmósfera del paraíso submarino
cuyas medusas arcangélicas
mudan ojos y manos en huertos coralinos.
Aguas reales del viaje fabuloso
manchadas como tigres por las guerras.
Aguas víctimas o insaciables en la sed de la tierra;
sorbo de sed, aguas vírgenes.
Una gota de agua
salvó la última espiga del sembrado
o hizo temblar el dorso de Susana
entre las barbas bíblicas del baño.
Agua del nadador que la divide
y la vuelve laurel o vida nueva.
En las tinajas familiares
el agua se hace negra
de silencio y frescor. Y el ritmo de los mares
vira el buque ladrón que halló en las islas fiestas.
Aguas verticales, horizontal, cerámica y primera.
__________________________________

Agua del nadador que la divide

Epígrafe utlizado por Juan Villoro en Albercas.

Terminar algo...

Sólo un imbécil puede terminar algo.

Atribuíada por Hugo Hiriart a Cézanne en Un maestro,
de su libro: Discutibles Fantasmas

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.

El título de esta entrada es un verso de Huidobro que me recuerda al contenido de esta otra:

...no, a ver... no... a ver, a ver, a ver...

Un fragmento del prefacio de Altazor referente a la poesía

«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
»Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»

-Vicente Huidobro

La permanencia y el juicio de las obras...

No hay escritor que no desaparezca, pero el tiempo inmortaliza
_____lo que su mano ha escrito.
No escribas con tu letra nada de lo que no puedas alegrarte al
_____verlo el día del juicio.

-Las mil y una noches
Versos de la noche trece dentro de la historia del segundo saaluk
Traducción de Juan Vernet